miércoles, 9 de septiembre de 2015

LENGUA DE SIGNOS EN BEBÉS SORDOS, UN APRENDIZAJE NATURAL.






La lengua de signos es el principal medio de comunicación que utilizan las personas con importantes problemas de audición, incluidas las de más corta edad. El bebé sordo aprende a comunicarse con señales de forma espontánea y natural. No obstante, a medida que el niño crece, la lengua de signos atraviesa distintas etapas, que se detallan a continuación. También se enumeran algunos consejos que ayudan a las familias de los pequeños con problemas de audición.

Una lengua de señas y gestos para el bebé sordo

Cinco de cada mil recién nacidos en España padece algún tipo de problema de audición y uno de cada mil bebés tiene sordera profunda, según los datos de la Comisión para la Detección Precoz de la Hipoacusia Infantil. En el artículo 'Intervención temprana en niños sordos y sus familias', la doctora en Psicología Valeria Herrera concluye que el niño sordo percibe el mundo, ante todo, a través de su vista, por lo que es esencial ofrecerle al bebé "un código lingüístico visual" que le deje conocer y explorar su medio.

La lengua de signos es una modalidad gestual del lenguaje que permite a los bebés sordos, desde muy temprana edad, comunicarse y relacionarse con las personas que le rodean. Las manos, el cuerpo y la expresión facial son los instrumentos con los que el pequeño cuenta para expresar sus necesidades, sus experiencias y sus emociones, además de para entender las de quienes le rodean.

Etapas de la lengua de signos en el niño

Las investigaciones apuntan que los bebés adquieren la lengua de signos de forma natural y espontánea. El niño con deficiencias auditivas asimila este modo de comunicarse a la misma edad en que los pequeños oyentes comienzan a hablar. Ello explica que la lengua de signos se desarrolle en etapas similares a las del lenguaje oral.
  • 1. Balbuceo con las manos: entre los nueve y los doce meses, antes de que pudieran aparecer los primeros signos lingüísticos, los bebés sordos ya utilizan las manos (igual que los oyentes). Así lo concluye una investigación realizada por Laura Anne Petitto y Paula Marentette, del departamento de Psicología de la Universidad de McGill (Canadá). Los pequeños no oyentes cambian de forma repetitiva la orientación de las manos, en un modo que difiere del que usan los bebés que sí pueden oír.

  • 2. Primeros signos. A partir del primer año, se pueden identificar los primeros signos definidos en los bebés con problemas de audición; aunque en niños de padres sordos pueden aparecer incluso antes (entre los ocho y los once meses de vida). Estas señales, igual que las primeras palabras del niño oyente, no se realizan siempre de la forma correcta. Pero sirven para expresar sus emociones.

  • 3. Frases signadas: entre los 17 y los 22 meses, el lenguaje alcanza al menos 50 signos y los niños sordos comienzan a hacer sus primeras combinaciones de señas, para expresar ideas o percepciones más complejas.

    Consejos para las familias


    La guía de la Fundación de la Confederación Estatal de Personas Sordas, 'Atención temprana a niñas y niños sordos', coincide en que los niños sordos pueden desarrollar la lengua de signos de forma natural y espontánea. Para que esto ocurra, es necesario que estén inmersos en un ambiente lingüístico adecuado. Existen algunas pautas que ayudan a las familias a facilitarlo.

    • Permitir que los niños conozcan e interactúen con otras personas sordas, que les sirvan como modelo de referencia lingüístico.

    • Acudir a asociaciones y otras entidades de personas sordas para intercambiar experiencias con más familias, así como para recibir información y asesoramiento especializado.

    • Intentar que todos los miembros de la familia que interactúen con el bebé aprendan y utilicen la lengua de signos con el pequeño. Y cuanto antes, mejor.

    • Primar siempre la atención visual en la comunicación con el niño. Exagerar la expresión facial y corporal y vocalizar de forma muy clara.

    • Utilizar con el bebé la lengua de signos y darle tiempo para que comience a expresarse.


      Fuente: Marta Vázquez-Reina.

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